CARTA DE NIEVES IBEAS
Ahora que el IMPERIALISMO catalán se sigue adueñando nominalmente de rincones de nuestro país, paso a dejar en este blog la carta que la presidenta de nuestro partido, NIEVES IBEAS, le remitió al presidente de RTVE, Alberto Oliart, a proposito de las informaciones sesgadas y tergiversadas que emiten en sus medios, dando pábulo a los falsas ensoñaciones del nacionalismo catalán, que ningunea nuestra historia como reino y como Corona, y que ofenden con sus mentiras a la comunidad de historiadores.
El 7 de julio le envié al señor Oliart, presidente de RTVE, la siguiente carta.
Sr. Oliart:
Me dirijo a vd. como Presidenta de Chunta Aragonesista para hacerle llegar el malestar de mi partido y el de la sociedad aragonesa en general, por la actitud que la Corporación Radio Televisión Española, que vd. preside, mantiene con respecto a la denominación y ordinal de los soberanos de la Corona de Aragón, a la luz de las informaciones divulgadas por la prensa aragonesa tras su comparecencia y remisión de respuestas escritas al Congreso y el Senado sobre este asunto.
En lo que a estas últimas se refiere, resulta particularmente llamativa su afirmación de que "...el ordinal de Pedro el Grande no se puede considerar un caso cerrado por parte de la comunidad académica pues algunos historiadores defienden que sea llamado II y otros III". No le quepa a vd. la menor duda de que el personaje al que se alude preferiría que se respetase y conociese el hecho de que él era el tercer rey que con el nombre de Pedro sucedía en la línea dinástica de los reyes de Aragón. Le recordaré que el primer soberano común de aragoneses y barceloneses (entre los que no se contaba el resto de los catalanes de la época), Alfonso II, era llamado Ramón por su padre (Ramón Berenguer de Barcelona) y Alfonso por su madre Petronila. Ambos nombres aludían a la memoria de los predecesores más ilustres del nuevo rey -conde uno y rey el otro-, siendo Alfonso I el Batallador recordado como el más sobresaliente rey de Aragón en su familia materna. Al ser coronado, el heredero prefirió adoptar como único nombre el de Alfonso, recalcando así su condición de sucesor de la dinastía real que heredaba a través de su madre (de acuerdo con la institución aragonesa del "casamiento en casa", con arreglo a la cual se verificó el matrimonio y actos sucesorios posteriores de Ramón Berenguer y Petronila).
Así pues, después de su tío-abuelo Alfonso el Batallador, el nuevo rey resultaba ser el segundo de tal nombre a la cabeza de esa familia real y de su reino. Del mismo modo, los nombres de los reyes que le sucedieron en lo inmediato (con la excepción de Jaime I, elegido al azar entre los nombres de los doce apóstoles) buscaron perpetuar la memoria de los antepasados más recordados en la familia real de Aragón. Así, el sucesor de Alfonso II fue bautizado como Pedro. Se recordaba así a Pedro I, hermano del Batallador y conquistador de la ciudad de Huesca. En toda la línea dinástica posterior no hay ni rastro de evocaciones a los nombres de la dinastía condal barcelonesa, que se integra en la casa de Aragón con Ramón Berenguer IV.
Sin perjuicio de que en uno de los condados del conjunto de lo que acabaría siendo Cataluña (cuyos límites se configurarían tiempo después, entre 1248 y 1351, con un epílogo en 1411 con la unión voluntaria del Valle de Arán a Cataluña) los reyes de Aragón podían ejercer su dignidad como condes de Barcelona, nunca se presentaban a sí mismos ni se denominaban dentro o fuera de sus posesiones exclusivamente como condes de Barcelona o, todavía menos, anteponiendo su título condal al título real.
El propio rey Pedro IV el Ceremonioso lo deja bien claro al referirse a la coronación de los soberanos de Aragón, diciendo: "Los reyes de Aragón están obligados a recibir la unción en la ciudad de Zaragoza, que es la cabeza del Reino de Aragón, el cual reino es nuestra principal designación y título.” No se trata, pues, de una opinión de tal o cual historiador. Es una constatación que se confirma recurrentemente en toda la documentación medieval aragonesa, catalana, valenciana, mallorquina, castellana, francesa, inglesa, italiana, etc. que, por si no fuese suficiente, quedó explícita en el siglo XIV con las propias palabras de uno de sus soberanos, precisamente el más interesado por estudiar y fijar los atributos de su linaje como soberano de los Estados que se aglutinaban bajo su Corona. A partir de este punto, elevar a la categoría de discusión académica las frivolidades políticamente orientadas de supuestos historiadores que, o no han visto un sólo documento medieval en toda su carrera o tienen tendencia a leer de los mismos sólo la parte que les interesa, resulta ser un arriesgado ejercicio del que, sin duda, el Presidente de la Corporación RTVE debiera tratar de alejarse. Determinadas equidistancias -vd. debe de saberlo bien- han tenido y tienen el perverso efecto poner en un indebido plano de igualdad a quienes palmariamente tienen de su lado la razón y a quienes no la tienen, a agresores y agredidos, a verdugos y a víctimas.
No obstante, no es mi intención abrir con vd. a través de esta carta una discusión erudita, para la cual le ruego recabe el asesoramiento de expertos lo más políticamente asépticos que pueda encontrar. Tan sólo quiero transmitirle una serie de datos que evidencian que, contrariamente a sus afirmaciones, nos hallamos ante un caso cerrado, un hecho histórico fuera de toda discusión mínimamente rigurosa desde el punto de vista científico. Sobre tal premisa, le pido formalmente que, en su comprensible afán por desmarcarse de esta polémica, no se muestre irreflexivamente equidistante con las tesis de unos y otros a expensas de la verdad de hechos que, a diferencia de otros pasajes de la Historia universal que sí se prestan a interpretación y discusión, no debieran ponerse en cuestión por mucho que quien lo haga sea una institución tan influyente en el Estado español como la Generalidad de Cataluña.
Sr. Oliart, quiero que comprenda que, al frente de la radio y de la televisión públicas de España, tiene en sus manos la grave responsabilidad de contribuir a través de estas potentes herramientas de comunicación a consolidar o a erradicar una serie de conceptos erróneos sobre la Historia que cada vez están más extendidos. A falta de una sólida formación humanística, la ciudadanía está dando cada vez más por ciertos hechos interesadamente tergiversados, transmitidos a través de los medios de comunicación de masas, que buscan dar un relumbrón (por lo demás innecesario) al pasado de Cataluña a costa de reinventar una Historia que durante muchos siglos han compartido aragoneses y catalanes. Tergiversar la Historia de Cataluña supone, pues, tergiversar también la de Aragón, así como la de España y la de Europa. En el caso de Aragón, supone un nuevo paso en un proceso que viene de bastante tiempo atrás, claramente percibido por la población aragonesa, que tiende a desdibujar y borrar su memoria y su identidad.
Le conmino, por todo ello, a que modifique sus planteamientos con respecto a esta cuestión, recabe asesoramientos solventes -y no de parte- en materia de Historia, y rectifique públicamente, ahora y en lo sucesivo, las informaciones erróneas emitidas desde la Corporación RTVE. Sea todo ello por el bien de la memoria histórica y del derecho de los pueblos y naciones a que no se cuestionen aquellos hechos de su Historia que están debida y consistentemente documentados, como es el caso del título principal y ordinal de los soberanos de la Corona de Aragón.
Atentamente,
Nieves Ibeas Vuelta
Presidenta de Chunta Aragonesista
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